1. Saludo:
¿Nos hemos parado a pensar, de vez en cuando, qué tonalidad y cómo sería la voz de María? Alguien, con mucha razón, dijo que "la voz de María tiene el color de cada alma, el sonido de las cuerdas vocales de cada creyente y la dulzura del paladar que sabe saborear la palabra: María"
Estamos en la Pascua. El mes de mayo, dedicado a la Virgen María, nos invita a proclamar la presencia de Jesús muerto y resucitado. No podemos contentarnos con una adscripción en una determinada religión.
¿Cómo es nuestra voz? ¿Nos dejamos sentir, como cristianos, allá donde estamos? ¿Qué timbre tiene nuestra voz? ¿Suave u ofensiva? ¿Humilde u orgullosa? ¿Sencilla o complicada? ¿Grave o estridente? ¿Comprometida o indiferente?
Por el contrario, silenciamos la voz de María, cuando ponemos sordina al evangelio, cuando no damos la talla como católicos, cuando no defendemos aquellos valores que el cristianismo puede aportar a nuestra sociedad.
¿Silenciamos o somos altavoz de María?
2. Meditación:
AFINA MI VOZ, MARÍA
Si se impone la angustia, que entone una palabra de aliento
Si asola la tristeza, que florezca en un sonido de alegría
Si avanza la soledad, que ejecute una melodía de solidaridad
AFINA MI VOZ, MARÍA
Que no pierda el compás de la fe
Que no deje el ritmo de la esperanza
Que no ignore el punto de la caridad
AFINA MI VOZ, MARÍA
Para que, allá donde yo esté, suene el evangelio con música nueva
Para que, allá donde yo pase, sea proclamado y bendecido el nombre de Cristo
Para que, allá por donde yo cante, sea engrandecido Dios Padre Todopoderoso
AFINA MI VOZ, MARÍA
Y, si por lo que sea, alguna vez se calla, dame una vitamina de esas que a Ti te
sobran: claridad en el hablar, dulzura en el caminar y timidez en el juzgar
AFINA MI VOZ, MARÍA
Para que, cuando me presente ante Dios, pueda hacerle conocedor
de una melodía - mi propia vida la cual, intenté llevarla a cabo.
3. Oración:
Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
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