1. Saludo:
Una de las claves, para entender, comprender y celebrar bien este mes de mayo dedicado a la Virgen María, es encauzar sensatamente nuestro afecto hacia Ella. No la ponemos en un altar por ser diosa (no lo es) ni la rodeamos de cirios y flores porque sea un objeto de adoración (que tampoco lo es).
Nuestro corazón y nuestros sentimientos, afloran especialmente en este mes de las flores, porque Ella nos alienta, anima, ayuda y nos inspira fortaleza y fe en Jesucristo.
Una de las catequesis que más nos pueden ayudar a ver el papel de la Virgen María en el Misterio de la Salvación, es precisamente la cruz.
¿Dónde estuvo María? ¿En la cruz o al pie de la cruz? ¿Quién habló? ¿Jesús o María? ¿Quién recogió a quién? ¿María a Jesús o Jesús a María?
María, al pie de la cruz, acogió y sostuvo - sin reprochar nada a Dios ni a los demás- el cuerpo inerte de Jesús. Ella hizo lo que tenía que hacer: permanecer fiel, silenciosa y con el corazón roto como el de cualquier madre que pierde a su hijo joven.
Por ello mismo, porque María fue en todo momento una lámpara encendida al servicio de Jesús, nosotros la veneramos en cualquier rincón de nuestras iglesias; le levantamos una casa o ermita en el corazón de las ciudades o en la cima de un monte; le elevamos la más artística catedral o la más humilde parroquia para que, Ella, nos ayude a vivir con autenticidad, radicalidad y convencimiento, una fe personal en Cristo.
Que la Virgen nos señale el camino que nos conduce hacia un encuentro personal y comunitario con Jesús Resucitado. Puede ser la mejor flor de este día.
2. Meditación:
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