DIA PRIMERO: EN EL CENÁCULO
Oración inicial: Señor mío, Dios mío y Jesús mío; te llamo de este modo, que mucho ha de complacerte, pues fue como únicamente tu Madre la Santísima Virgen debió de llamarte, desde que el Ángel le anunció el misterio de tu encarnación, hasta que exhalaste el último suspiro en la cruz; y te ruego que inclines hacia mí tu amable Rostro para que, postrándome ante él, le invoque con estas palabras que salen de mi corazón: ¡Faz amable l ¡Faz adorable! Yo te veo entristecida y apenada por la ingratitud de los hombres, que te insultaron y te escarnecieron; te escupieron y te coronaron de espinas, porque les predicaste la doctrina del amor, y te ofreciste al Eterno Padre por su redención. Te veo enturbiada y manchada por el sudor, la sangre, el polvo y los salivazos; y al impulso de mi corazón, corro, como corrió Verónica, a enjugarte y a limpiarte con el lienzo de mis oraciones y de mis escasas virtudes. Faz santísima, que tu imagen quede impresa, esculpida en mi corazón para siempre, a fin de que jamás deje de contemplarte y de adorarte. Y Tú, Dios Todopoderoso, concédeme la salvación de mi alma, y la gracia que te pido en este triduo. Amén.
Oración del día: Partiendo un pan
con tus divinas manos, Señor, lo distribuiste entre tus discípulos diciéndoles:
"Tomad y comed. Esto es mi Cuerpo". Y así se realizó el más grandioso
de los milagros que has hecho en la Iglesia. Al pronunciar aquellas sencillas
palabras, tu rostro, Señor, debió de iluminarse con un raudal de luz divina, de
la luz irradiada por el Todopoderoso, en su gozo sobrenatural de verse
glorificado por su Hijo, en un acto que tan sólo su infinita inteligencia podía
concebir, y únicamente su omnipotencia era capaz de realizar. ¡Qué grandiosidad
y qué sublimidad se descubren en el Sacramento de la Eucaristía! Y el amor,
sólo el amor desbordando de tu corazón, Jesús mío, fue el inspirador de aquel
estupendo prodigio que "con gran anhelo" deseabais realizar. Señor,
yo no soy digno; pero con una palabra nada más, salida de tus divinos labios,
con una palabra de perdón, que yo te imploro, será purificada mi alma. Amén.
Petición y tres Padrenuestros en honor de la santa Faz.
Jaculatoria: ¡Muéstranos, Señor, tu Faz, y seremos salvos!
Oración final: Dios
Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo; por aquel primer acto de reparación
realizado por Verónica en el rostro de nuestro Redentor, y por todos cuantos
recibe la Santa Faz, de los que la veneramos y adoramos, otórganos el perdón de
nuestros pecados, y el gozo de contemplarla eternamente en su celestial
esplendor. Amén.
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DIA SEGUNDO: LA VERÓNICA ENJUGA SU ROSTRO
Oración Inicial (como el primer día)
Oración del día: Benditos mil veces los llantos de Verónica. Movidos por el amor hacia Ti, Jesús mío, amor que floreció en el corazón de aquella santa mujer, ellas cubrieron reverentemente con un velo tu serenísimo Rostro, para enjugar el sudor y la sangre que lo bañaban, y para limpiarlo del polvo y de las inmundicias que lo ensombrecían y lo manchaban. Por el tacto de sus manos, como los ciegos, el alma de Verónica, ciega de amor por Ti, Señor, percibió perfectamente la imagen de tu divino rostro; y así como quedó estampada en los tres pliegues del velo, quedó también impresa para siempre tu Santa Faz en su alma. Dios mío, puesto que mis manos no merecen el favor que otorgaste a las de Verónica, hacedme la merced de infundir en mí un ferviente espíritu de reparación, que jamás se extinga ni se entibie. Amén.
Petición y tres Padrenuestros en honor de la santa Faz.
Jaculatoria: ¡Muéstranos, Señor, tu Faz, y seremos salvos!
Oración Final (como el primer día)
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DIA TERCERO: JESÚS RECIBE LA CRUZ
Oración Inicial (como el primer día)
Oración del día: Tu naturaleza humana, Jesús mío, pudo nublar y entristecer tu serenísimo Rostro, cuando pusieron en tus manos el madero de nuestra redención. También se había entristecido con tristeza de agonía y de muerte, al hallarte solo con tus tres discípulos entre los olivos de Getsemaní. Pero, a la vista de la cruz, tu divinidad hizo que, en el mismo instante resplandeciera en tu Santa Faz un gozo inefable. Sabías que ibas a dar comienzo al último y más acerbo de los actos de reparación por nuestros pecados. En tu mente estaban grabadas las palabras imponiendo la obligación de tomar su cruz a los que quieran seguirte. Y así tomaste Tú la que te presentaba el verdugo; te abrazaste a ella, y la cargaste sobre tus hombros. ¡Oh Jesús mío! ¡Cuán mezquinos, cuán insignificantes veo ahora los sacrificios, las mortificaciones y las renuncias que yo he escogido para ofrecértelas en actos de reparación! Sed Tú, Señor, en adelante, quien me las imponga. Quiero recibir mi cruz de tus manos. Amén.
Petición y tres Padrenuestros en honor de la santa Faz.
Jaculatoria: ¡Muéstranos, Señor, tu Faz, y seremos salvos!
Oración Final (como el primer día)
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